Como siempre
busco consuelo
en mis sueños nocturnos.
Evoco el pasado
hurgando heridas
propias y ajenas.
Que perdone la vida si no le ofrezco nada.
Me acostumbré a vagar
por el lejano mundo
asomándome apenas
a su camino extenso;
me metí al laberinto
de equívocas pasiones.
Me extenué varias noches
de su placer benigno.
Renuncié a la odisea
de sus besos,
para reconciliarme
en su infeliz abrazo.
Me detuvo la muerte
en su guarida inhóspita.
¡Me despide la vida!
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